Una clasificación tan esperada y ansiada por miles de peruanos no puede ser solo contada con palabras de aliento. La historia de la travesía de Perú hacia Rusia 2018 se escribió en 1997 con un director deportivo que cambió todo: Juan Carlos Oblitas.

12 de octubre de 1997

Oblitas, ex mundialista y técnico en ese momento de la selección, había logrado conformar un equipo sólido para clasificar al mundial de Francia 1998. Los capitaneados por Nolberto Solano, el “Chorri” Palacios y Juan Reynoso jugaban la última final contra Chile en Santiago.

El inicio de la clasificación no fue el mejor: caímos apabullados en Quito por 4 goles a 1. El contexto del país tampoco era el idóneo para el resurgir del fútbol peruano debido a que estábamos saliendo de a pocos, ladrillo tras ladrillo, de una guerra civil que terminó tocando la estabilidad física y emocional de los peruanos.

En ese momento, la prensa comenzaba a criticar al equipo de Oblitas. El panorama no era alentador. Sin embargo, no fue hasta la victoria contra Chile en Lima donde todo cambió. Aquel partido significó la luz que tanto necesitaba una nación mal acostumbrada a apagones repentinos.

Chile, el quiebre en las eliminatorias

Luego de esto, la selección peruana siguió su paso firme por las siguientes 7 fechas hasta que jugó nuevamente con Chile, pero esta vez en Santiago. “Perú sale a ganar”, resaltaban los titulares de los principales medios deportivos del país.

Esa noche la historia tuvo un centenar de acciones que alejaron la pelota del fútbol y, por el contrario, acercaron el partido a una guerra. Tras perder, Perú se quedaba, una vez más, sin asistir a la máxima competición del fútbol.
Durante las próximas 4 eliminatorias, los ojos de los peruanos se humedecieron de goles errados, capitanes sin liderazgo y goleadas históricas. No teníamos un plan de contingencia hasta que para las eliminatorias para Rusia 2018, Juan Carlos Oblitas regresó.

15 de noviembre del 2017

20 años después. Tras haber conseguido 3 puntos gracias al TAS y dos victorias épicas ante Ecuador en Quito y Uruguay en Lima, la selección peruana, esta vez comandada por Ricardo Gareca, jugaba el segundo partido del repechaje para Rusia 2018 eliminando a Chile por diferencia de puntos.

Más de 50 mil personas se reunieron en el coloso de José Díaz gritando a una sola voz los cánticos que se inmortalizaron en himnos aquella noche. Niños y niñas, adultos y ex mundialistas abrazaban la esperanza que crearon Oblitas y Gareca. La esperanza crecía tanto que las casas de apuestas deportivas daban como favorito a Perú en el mundial.

Si bien la selección no contaba con Guerrero, su amigo de toda la vida, Jefferson Farfán, lo conmemoró tras recibir un pase de Cueva donde el “10” anotaría el primer gol que humedeció los ojos de los mismos peruanos que padecieron 36 años de decepciones.

Los corazones de los más de 30 millones de hinchas retumbaron por todo el país con el pitazo final. Al día siguiente, la página de la FIFA colapsó por la cantidad de peruanos que compraban un boleto para Rusia 2018. El mundial ya no era un sueño. Perú estaba de vuelta porque no hay mal que dure 100 años, ni fútbol peruano que lo resista.